lunes, 29 de agosto de 2016

Primer corte. Cuento

Yo siempre te amare

A diferencia de muchas ciudades esta es poblada por animales y no por personas. No somos perros, gatos o dinosaurios, somos  criaturas mitológicas. Lo que nadie sabe, es que nosotros tenemos nuestro propio mundo.

Estudio en un colegio llamado Meres, es un buena institución, tal vez la mejor de Unicorlandia, (somos unicornios, mi nombre es Eysellen y tengo 15 años) con grandes unicornios los cueles carecen de pensamiento.
Estábamos todos en clase y llego un hermoso chico, tenía un color de piel que jamás había visto, era como la noche, oscura. Estaba sentado en un aparato, pero en realidad no entendía el ¿por qué?

La profesora llego más seria de lo normal y dijo: “alumnos, él es Perky, tiene 17 años. Padece de una enfermedad la cual no le permite hablar ni caminar, pero puede escucharlos. Espero que lo hagan sentir como en casa y que sean muy respetuosos con él”.

Todos en la clase lo miraban con desprecio, como si fuera un fenómeno. Ante mis ojos era belleza pura. Pensé que nadie podría ser más hermoso que la noche, pero apareció el.
Cuando la profesora lo ubicó en el asiento todos se rodaron, no querían estar junto a él, pero yo me acerque (es como si le temieran a lo nuevo). En Unicorlandia todos somos coloridos, pero Perky no, tenía mucha curiosidad en saber porque su piel era color negro.
Sentía la necesidad de hablarle y poder ser su amiga, así que decidí acercarme.

-¡Hola! Le dije, mi nombre es Eysellen, tengo 15 años. La profesora dice que no puedes hablar pero yo puedo enseñarte-.
Pase toda la clase mirándolo y en ocasiones le hablaba (no le podía hablar siempre, estábamos en clase y podía interrumpir a la profesora). No veía la hora de salir de clases y contarle a mi madre la llegada del chico nuevo.

Cuando llegue a casa corrí hacia donde mi madre y le dije alegremente:”madre, en la clase llego un niño nuevo, su nombre es Perky y su tono de piel es oscura”. ¿Cómo es que no había visto unicornios así? ¿Por qué no tengo eso color?

“No creo que sea hermoso Eysellen, respondió mi madre, no comprendes”. “los unicornios que toman ese color son porque tuvieron algún accidente, lo último que quiero es que algo te suceda”.

¿Pero no crees que sea hermoso tener un color tan único como lo tiene Perky? (Pregunte con la intención de obtener una respuesta positiva).

“Ya para Eysellen, (grito mi madre desesperada) solo los unicornios de ese color quedan en ese estado, no pueden hacer nada”. ” Los padres sufren mucho” ¿Cómo quieres que piense que tener ese color es algo hermoso? Es algo trágico hija. “Siempre te digo que te cuides, de nada sirve tener un color diferente si vas a quedar en ese estado en el cual está tu amigo”.

A lo cual le respondí:”pienso que se puede recuperar y hacer cosas que hacía antes de su accidente”.

”No, una vez haya tenido el accidente no hay vuelta atrás, no hay quien lo repare Eysellen”, respondió furiosa mi madre.

Me fui triste y con rabia a mi habitación. ”Yo sé que puedo ayudarlo, se que él puede ser el primer chico en tener una vida normal con un tono de piel extraordinario” pensé.

Pasaban los días y solo andaba en la escuela con Perky, en todo momento, hasta la hora que tocaba ir a casa. Yo le enseñaba a leer, movía mis labios lentamente (para que en algún momento se le facilitaría hablar), le movía sus dedos, su cabeza, sus brazos y piernas (con la intención de que pudiera mover alguna parte de su cuerpo sin ayuda alguna).

Todos me miraban raro, (para los compañeros es como si hablara o hiciera las cosas sola)  porque según ellos Perky era una pérdida de tiempo, pero para mí, era una ganancia.

Sí, me había enamorado de él. En recreo lo entre al salón y lo levante del aparato extraño en el cual estaba sentado, lo abrase y comencé a moverme con él (quería que sintiera el suelo de nuevo, lo que se sentía caminar). Eso apenas duro 10 minutos, Perky era muy grande y pesado. Al sentarlo lo mire fijamente y él a mí, sentí que estaba agradeciéndome por mucho, me gustaba tanto estar con él. Le di un beso, lo abrace y de un momento a otro sentí como sus manos rodearon mi cintura. Fue un momento lleno de satisfacción, felicidad. Al fin había pasado lo que me propuse, hacer que Perky pudiera mover alguna parte de su cuerpo sin ayuda alguna. Ahora va a progresar y ser el unicornio más original que había podido habitar en Unicorlandia.

Tenía 3 días sin ir a clases porque estaba enferma. Cuando llegue al aula estaba tan emocionada por ver a Perky, pero no lo vi (seguramente se les dificulto a los padres subir el aparato al auto).

La clase finalizó y Perky no llego. Fui  mi casa y mi mamá me dio la noticia más oscura que el color de piel de Perky y era que había fallecido.

El amor de mi vida murió. Todos dicen que no valió la pena el esfuerzo que hice, que desperdicie mi tiempo, que me ilusione, que deje muchas cosas por estar 8 horas con él, que no podía hacer sentir viva a una persona que estaba prácticamente muerta, pero saben, él fue el que le dio sentido a mi vida, el que me hizo sentir viva y amar sin necesidad de que me hablara o tocara. Fue la primera persona con la cual pasaba solo unas 8 horas cuando quería pasar las 24. Aprendí amar y extrañar, pero más amar.

 Ahora han pasado 9 años desde su fallecimiento, tengo 24 años y tengo mi propio hogar. Tengo un bello esposo unicornio llamado Yorket y un hermoso hijo llamado Perky.


Y si me preguntan: ¿Eres feliz? Diré que sí (porque lo soy). Si me preguntan ¿Cómo se llama tu esposo? diré Yorket, pero si me preguntan: ¿Cómo se llama el amor de tu vida? responderé sin temor alguno “su nombre es Perky”.

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